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DESTRUYAMOS LA INDUSTRIA DEL PORNO

  • Publicación de la entrada:1 junio, 2022

En los últimos años, las agresiones sexuales en grupo se han convertido en un tipo de violencia en auge en España.
Estos casos han existido siempre pero desde que se conoció y mediatizó el de “La Manada” en los sanfermines de 2016, los titulares en esta línea no han dejado de crecer, llegando en 2019 a los 97 casos conocidos.

Este pasado mes de mayo se han producido dos agresiones de este tipo: la sufrida por dos menores a manos de un grupo de adolescentes en Burjassot (Valencia) y la de otra víctima de violación grupal en Pulpí (Almería).

Como mujeres, estos datos nos alarman, más cuando vemos que, cada vez más, son los menores los que perpetúan este tipo de violencia (alrededor de un 30% de los casos). Los estudios culpan directamente a la falta de educación sexual que reciben los adolescentes en España, una carencia que suele suplirse con el porno más machista al alcance fácil en Internet. Un tipo de contenido que normaliza prácticas como el “g@ng b@ng”, en el que una sola mujer es forzada a mantener relaciones con varios hombres. También es normal encontrar cientos de videos donde se reproducen situaciones de violencia sexual de todo tipo incluyendo a chicas menores o a mujeres en situaciones de vulnerabilidad como las refugiadas.

Es bastante habitual cuando ocurren este tipo de agresiones que los propios violadores tomen fotos o vídeos de ello. Este comportamiento no es casual, reproduce lo que los jóvenes ven y consumen: cultura de la violación.

Por otro lado, el hecho de ver continuamente como los agresores no son castigados por la justicia ni por la sociedad, que incluso recibe entre vítores a los agresores como ha pasado en Burjassot, fortalece que esta tendencia se mantenga. Es más, anima a que se siga reproduciendo como una plaga.

Desde FEMEN entendemos que la única manera de frenar este gran problema es acabando con la normalización de la cultura de la violación en la sociedad. Empezando por garantizar educación sexual de calidad desde el feminismo y la empatía. Educando también en que las víctimas nunca son las culpables, en que nuestro modo de vestir, comportarnos o vivir no implica jamás que merezcamos ser agredidas.