El aborto podría dejar de ser un derecho en Estados Unidos, el que se autodenomina como el país de la libertad y de la democracia.
Según recoge un borrador recientemente filtrado a los medios de comunicación, el Tribunal Supremo estadounidense quiere volver a la situación previa a 1973 y derogar el derecho a la libre interrupción del embarazo de las mujeres, ese que tanto peleó el movimiento feminista en los años 60 y 70 y sobre el que obtuvo la victoria definitiva Norma McCorvey, que ganó en una sentencia histórica tras interponer una demanda contra el que era entonces fiscal de Dallas.
De cumplirse estas intenciones, el aborto pasaría a ser materia de política territorial, es decir, serían los gobiernos de cada estado los que decidirían sobre ello, lo que se traduce en que este derecho de las mujeres podría pasar a ser una ilegalidad en más de la mitad de ellos. De hecho, Arkansas, Idaho, Kentucky, Louisiana, Mississippi, Missouri, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Oklahoma, Tennessee, Utah, Wyoming y Texas ya tienen leyes restrictivas que impiden abortar a partir de las 6 semanas de embarazo, cuando ni siquiera el embarazo es seguro, cuando muchas mujeres todavía no saben que están embarazadas.
Esta supuesta “libertad” de los gobiernos de cada estado para legislar al respecto consagraría la desigualdad para todas las mujeres de EEUU y la discriminación para aquellas que tienen menos recursos, para la población marginada, para las más jóvenes, para las migrantes y para las refugiadas.
Las mujeres sabemos que penalizar el aborto no significa eliminarlo, que prohibir el aborto solo significa condenarnos a un proceso más largo y difícil y, sobre todo, a intervenciones menos seguras.
Desde FEMEN queremos advertir del peligro que supone la mera posibilidad de que ocurra, que si el Tribunal de Supremo de EEUU penaliza el derecho a la libre elección de las mujeres sobre sus cuerpos se promoverá la polarización social, romperá con el principio de igualdad y se quebrará la universalidad de los Derechos Humanos.
Nosotras lo tenemos claro: el aborto es sagrado.